19/04/2011 15:15 CEST - Rassegna internazionale

Nadal entra nella storia (Marca)

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La bandera española sobresalía en lo alto del Country Club de Montecarlo, con el mar Mediterráneo de fondo, mientras Rafael Nadal ayudaba a disfrutar del momento a su amigo y compatriota. Escuchar el himno nacional, algo que el manacorí sólo puede hacer en el Principado y en Roland Garros — porque no hay más ceremonias tan protocolarias—, se ha convertido en algo tan tradicional para él como ver inscrito su nombre en el palmarés del primer Masters 1.000 de polvo de ladrillo y morder el trofeo de campeón. Nadal, a sus 24 años, ya es campeón de un gran torneo por séptima vez consecutiva, igualando un registro del siglo XIX, cuando Richard Sears encadenó siete victorias en el US Open, entre 1881 y 1887. Pete Sampras, dominador sobre la hierba en la década de los noventa, también llegó a siete coronas en Wimbledon, pero no lo hizo de carrerilla.

Precisamente ayer se cumplían ocho años desde que Guillermo Coria se convirtiera en el último verdugo de Nadal en Montecarlo. David Ferrer, que cedió 6-4 y 7-5, conocía esa estadística. No en vano, se habían enfrentado en 15 ocasiones. Ferrer incluso era uno de los 13 privilegiados que podían decir que habían ganado a Rafa en su superficie favorita, dentro de unas cifras que reflejan 208 victorias y 16 derrotas. La victoria del valenciano fue en los cuartos de Suttgart en 2004, cuando Nadal aún estaba huérfano de gloria. Hoy tiene 44 títulos, 30 de ellos en cancha lenta, empatando a Borg y Orantes. Ferrer sabía que debía jugar como uno de esos dos mitos si quería hacer frente a un ser invicto en esta gira en 2010 y con 61 partidos ganados en su mágico mes de abril. Le respondieron las piernas, su derecha, su revés, pero le faltó el servicio (…)

El discípulo de Javier Piles había sumado con comodidad el servicio inicial, pero fue un espejismo. Firmaría un 30 por ciento de primeros a la conclusión del set. A pesar de ese porcentaje tan bajo, Ferru perdió la manga por un ajustado 6-4, con 18 errores no forzados del manacorí. A Rafa le habían bastado dos breaks, aunque tuvo que salvar hasta cinco pelotas de rotura y ralentizar la puesta en escena de la bola, lo que le costó una amonestación. Ferrer no le daba tregua. El rocoso tenista de Jávea parecía tener prisa. Quería acelerar el guión de los acontecimientos. Imploraba pelotas nuevas, las que le permitían que corrieran más sus tiros. Pasar de dominador a dominado. Desde el banquillo de Nadal, el tío Toni ordenaba a su sobrino fuerza en las piernas, que no perdiera pista con respecto a su rival.

Un 90 por ciento de sus jugadas se fabricaban por detrás de la línea blanca. Demasiado lejos, lo que facilitó algunas dejadas de Ferrer. “Tengo que mejorar cosas para estar a gusto, como el deslizar a los lados. No sé porque me muevo mal”, explicaba. Los 10 meses sin pisar la arena eran la respuesta. En el segundo set, Rafa se adelantó hasta el 3-1. Luego vino el 4-2. David, con un fondo físico sólo comparable al campeón de Montecarlo, dio la vuelta al marcador hasta situarse 4-5. Nadal quería evitar la muerte súbita, cara o cruz que había perdido en Miami. Hizo el break definitivo en el undécimo asalto, ayudado por una doble falta de Ferrer. En su pista talismán, rompía una sequía de 189 días.